Fue atacado violentamente mientras cubría un supuesto secuestro. En su cuerpo se hallaron heridas de 30 disparos y aún no hay avances de su caso en la justicia. Su periódico, “El Libertador”, fue el que continuó informando sobre la inseguridad de su ciudad, en un país agobiado por la violencia.
Susan Morán
Ecuador
“Se nos fue el Libertador”; “el Libertador ha sido silenciado de manera infame”; “en paz descanse, Libertador”. Estas fueron las frases que circularon en redes sociales, o que se escucharon en el funeral del periodista ecuatoriano Patricio Aguilar, asesinado el 4 de marzo de 2025. El hecho ocurrió en Quinindé, una ciudad de la provincia de Esmeraldas, donde hace casi dos décadas fundó el periódico que le dio su sobrenombre.
Aguilar fue un reconocido periodista local que se dedicó a ese oficio durante 33 años para hablar de los problemas de su comunidad hasta el día de su muerte. Abrió las páginas de su periódico impreso y digital, El Libertador, a las denuncias más cotidianas de su natal ciudad: desde la desaparición de mascotas hasta la violencia que acorralaba los barrios más pobres de su cantón y provincia. Precisamente, en su último día con vida, publicó en su página de Facebook una nota sobre la falta de agua en dos barrios; el robo a un local de ropa, e hizo publicidad a un puesto de emborrajados, una comida callejera frita hecha con plátano maduro. La última noticia que publicó se registró a las 14:20 de ese 4 de marzo.
Unas tres horas más tarde de esa publicación, Aguilar fue atacado en la puerta de una casa en el barrio Fundo Limón, uno de los sectores más pobres e inseguros de Quinindé, al que acudió a cubrir la noticia de un supuesto secuestro, y en donde la noche previa ocurrió una balacera que él mismo informó en El Libertador. Nadie sabe si esos dos hechos están conectados: la noticia y su crimen. Pero su cuerpo recibió 30 disparos, según el parte policial del hecho.
El asesinato del periodista sucedió el último día del feriado de Carnaval en Ecuador, por eso la noticia se regó rápidamente en las redes sociales y en su pueblo. Henry Córdova, periodista y amigo de Aguilar, narra que su celular no paraba de sonar por las llamadas y los mensajes que recibía para confirmar la noticia.
Tras los primeros rumores, Córdova salió de inmediato hacia Fundo Limón, al hospital y a la casa de la familia de su amigo, aún con esperanzas de que fuera una información falsa. Pero la Policía ya había recogido el cuerpo, y en ese momento confirmó que todo era cierto. “El desconcierto por lo ocurrido con Patricio era sobrecogedor en la casa de la familia. Aún cuesta dar crédito a esta tragedia”, escribió Córdova horas más tarde para confirmar el deceso en su página de Facebook.
La muerte del periodista cambió el ánimo de los quinindeños que aún estaban en las festividades y que prefirieron volver a sus casas por miedo, relata Córdova, quien pudo monitorear el impacto del crimen de su amigo y colega a través de los comentarios que le enviaba la gente. Ese día algo cambió en la ciudad. “Estos años de violencia que vivimos en Ecuador han hecho que perdamos la capacidad de sorprendernos y que nos acostumbremos a decapitados y acribillados por todas partes. En Quinindé, la gente se acostumbró a ese tipo de noticias. Pero lo de Patricio lo rompió todo. La gente entró en pánico”.
Un crimen que nadie explica
Patricio Ernesto Aguilar Vásquez, de 54 años, se convirtió en el primer periodista asesinado de 2025 en Ecuador. Hasta el 15 de octubre de este año, a otros dos periodistas más les arrebataron la vida de manera violenta sin que las autoridades judiciales hayan esclarecido aún el móvil de estos crímenes. En los últimos cinco años, seis comunicadores ecuatorianos han sido asesinados en medio de una escalada de amenazas y ataques a la prensa.
La Fiscalía mantiene en reserva las investigaciones de todos estos casos, según la respuesta que envió para esta publicación. Esta institución tampoco pudo informar sobre el número de periodistas que han presentado denuncias por intimidaciones o amenazas desde 2023, año en el que la violencia escaló a niveles históricos hasta convertir a Ecuador en el país más inseguro de América Latina.
“El Sistema Integrado de Actuaciones Fiscales (SIAF) no cuenta con una variable que permita identificar automáticamente si la denuncia fue presentada por un periodista, o por trabajadores de la comunicación”, se justificó la Fiscalía, y añadió que su sistema está en “reingeniería” para contar con este tipo de estadísticas en mediano plazo. Mientras tanto, los registros los lleva la sociedad civil, como la Fundación Periodistas Sin Cadenas (FPSC), Fundamedios y la Mesa de Articulación para la Protección de Periodistas de Ecuador, que han contabilizado casi una veintena de exilios de periodistas ecuatorianos desde 2023 y, según FPSC, 47 amenazas de muerte entre 2023 y septiembre de 2025.
En Ecuador también existe el Mecanismo de Protección de Periodistas, que hace un seguimiento de los casos. Esta entidad presentó una denuncia a la Fiscalía por el crimen de Aguilar, pero al mes fue desestimado su pedido de acreditarse como parte interesada en el proceso, al no ser familiares directos de la víctima, cuenta Ricardo Rivas, presidente de la entidad. Desde entonces no tienen información actualizada sobre el avance de la investigación.
Esta no es una situación ajena a Rivas, pues su hermano Paúl, fotógrafo de El Comercio, fue secuestrado y asesinado junto al periodista Javier Ortega y al conductor Efraín Segarra, del mismo medio, en la frontera entre Ecuador y Colombia, en 2018. Su crimen aún sigue impune en el país, y hasta la actualidad no hay ningún detenido por el triple crimen.
Ahora Rivas lidera un Mecanismo al que el Gobierno aún no le ha entregado recursos para su funcionamiento, en un contexto marcado por el incremento de la violencia letal contra periodistas ecuatorianos. Para él, la impunidad es la clave de esta crisis. “Cuando hay impunidad, la sociedad lo normaliza (...) y si no tenemos acciones que terminen en una verdadera justicia, (estos hechos) lamentablemente se van a repetir”.
De canillita a periodista
Patricio Aguilar nació en una familia de comunicadores. Su padre, Francisco Aguilar, fundó el primer periódico de Quinindé al que llamó Trópico, relata Edgardo, hermano de Patricio, quien atendió una entrevista virtual para este reportaje. En una de las paredes de su casa permanece colgada una fotografía de Patricio, y una cruz. Edgardo también es comunicador social, así que era natural que Patricio tuviera la “vena periodística” de la familia, dice.
Por eso se entiende que el primer oficio de Patricio haya sido el de canillita o vendedor de periódicos. A sus 14 años, recorría las canchas de fútbol en Quinindé entregando un periódico deportivo llamado Ovación en los años 80. Luego estudió periodismo en la Universidad Técnica Luis Vargas Torres, de Esmeraldas, y aunque no concluyó la carrera, continuó interesado en el periodismo y se formó de manera empírica, dice Edgardo.
Pero su afición por escribir nació cuando envió sus primeras cartas a medios nacionales, relató el mismo Aguilar en una edición especial de su periódico, en la que conmemoró los 15 años de El Libertador, en 2021. Allí detalló su ingreso a los medios después de que el diario El Universo publicara su primera carta en 1992, cuando solo tenía 22 años. Aún se pueden leer algunas de estas misivas en la sección Cartas al director en la web de este medio.
Así inició “su aventura por las letras”, como él lo describe, que lo llevó a publicar análisis que tuvieron espacios destacados en el diario “La Hora de Esmeraldas”, y luego a convertirse en corresponsal de los diarios Expreso y Extra, ambos de la casa editora Granasa, de Guayaquil. Aguilar enviaba por encomienda y en sobres cerrados sus reportes a su hermano Edgardo, quien estudiaba en Guayaquil, para que los entregara a estos medios. A la par de su actividad como corresponsal, fundó El Libertador en 2006. Su meta era convertir a su periódico en un medio provincial y hasta nacional. Lo imprimía mensualmente, pero cuando había más publicidad llegó a publicarlo semanal o quincenalmente. El diario era de distribución gratuita.
¡Ahí va el Libertador!”, le gritaban en las calles cuando salía a repartir su periódico vistiendo su inseparable chaleco de prensa. Esa prenda y una gorra, que se convirtieron en un emblema de su trabajo, serán dibujadas en la lápida que su familia colocaría en su tumba.
El silencio de Quinindé
En la casa de sus padres, en el centro de Quinindé, Aguilar abrió una oficina para recibir las denuncias y quejas de los ciudadanos. “Era un obsesivo con el servicio social”, afirma Edgardo, quien más de una vez vio a su hermano promover campañas solidarias para ayudar a un enfermo, o a una madre soltera. En su oficina aún permanece una gran pancarta que repite decenas de veces el nombre de El Libertador, bajo el eslogan “Periódico comunitario de Quinindé”, que le servía de fondo para tomarse fotos con sus lectores. En los últimos años, El Libertador fue el único periódico sobreviviente en la ciudad.
Por su trabajo Aguilar fue invitado a eventos internacionales, y en esos espacios conoció la organización Compañeros Internacionales de Periodistas y Editores (CONAPE), con sede en México, de la que fue miembro, y más tarde vicepresidente.
“Él decía que el periodismo comunitario está muy olvidado, que necesitábamos enfocarnos más en ese tipo de periodismo (...) porque la mayoría se va a las grandes ciudades y cubre a los grandes personajes de la política. Él hacía todo lo contrario”, relata Raúl González, presidente de CONAPE.
Con el paso de los años, el periodista incursionó en las redes sociales y abrió una página de Facebook con su nombre, en la que llegó a tener más de 47,000 seguidores, es decir, cerca del 35% de los habitantes de Quinindé. Aguilar ganó popularidad porque fue el último reducto de información que quedó en esa población esmeraldeña sobre temas de inseguridad.
En sus años como corresponsal de Extra hizo de la crónica roja su especialidad. Por eso en su página de Facebook no faltaron las publicaciones sobre niños y jóvenes extraviados; los ataques armados que atemorizaban a los sectores más rurales de su ciudad; el avance del sicariato; y los secuestros en una de las provincias más violentas de Ecuador. “Con su pluma narró las tragedias y los misterios de su tierra, dándoles voz a quienes de otra manera habrían quedado en el olvido”, publicó uno de sus colegas de Extra tras su asesinato.
En Quinindé nadie se atreve a hablar en voz alta sobre el trasfondo de este crimen. Incluso hay quienes denunciaron que por escribir una condolencia sobre Aguilar fueron amenazados por redes sociales. En su círculo más cercano solo hay una explicación para un asesinato tan atroz: fue el precio que pagó por ser valiente.
“Nosotros seguiremos presionando y pidiendo respuestas a las autoridades. No vamos a quitar el pie hasta que nos digan quién o quiénes fueron los que mandaron a asesinar al compañero Patricio”, advierte González, periodista mexicano, quien visitó Quinindé cuando esta ciudad fue sede de una de las cumbres de CONAPE, en 2024. González fue testigo del cariño de la gente más humilde con Aguilar. Esa misma gente, que fue protagonista de las historias del periodista, estuvo en su velorio y entierro, observó su amigo Córdova. Vio a muchos vecinos y pequeños comerciantes en llanto porque para él no solo perdieron un periodista, sino un protector.
Acostumbrado a ver cómo los actos más solemnes terminan en espacios bulliciosos, lo que vio en el sepelio de Aguilar lo impresionó. “Jamás en todos los años que tengo en periodismo cubriendo fallecimientos de gente influyente en la sociedad, jamás me he encontrado con un sepelio tan silencioso como el de Patricio”.